Cantaor, más conocido con el nombre artístico de Miguel Vargas. Nace en  La Puebla de Cazalla, en el año de 1942, muere en Paradas, en el 1997.

Siendo muy joven se marcha a Paradas donde su familia comienza a trabajar. Su vocación por el cante era tan grande que aprendió a cantar escuchando la radio mientras trabajaba en el campo. Muy pronto se convirtió en uno de los artistas más serios de la afición. Como sus paisanos, La Niña de la Puebla, José Menese y Diego Clavel. Muy vinculado a la figura de Moreno Galván, cuyas letras interpretó Miguel en multitud de ocasiones.

En 1968, ganó el premio por Seguirillas en el concurso de Mairena del Alcor y tras ese éxito se marchó a Madrid, donde trabajó durante seis años en el tablao Zambra con artistas como Rafael Romero (el Gallina), Juan Varea, Pericón de Cádiz, Pepe el Culata, Rosa Durán y otros grandes artistas. Con este cuadro actuó en Francia y otros países europeos.

Se reveló al obtener, en 1968, el premio por Seguirillas del concurso de Mairena del Alcor. Por estos años, participó en los primeros intentos de un Teatro Andaluz que emplea el cante como elemento dramático. Obtuvo un premio en el concurso de Archidona y el Yuque de Oro de la tertulia Flamenca de Ceuta. Figuró en el elenco del Tablao Zambra de Madrid, durante seis años, junto a Pericón de Cádiz, Rafael Romero, Juan Varea, Rosa Durán y otros grandes artistas. Con este cuadro actuó en Francia y otros países europeos. Ha ofrecido recitales en los Teatros parisinos Olimpia y de la Villa, así como en diversos centros culturales, universitarios y peñas flamencas.

Ángel Álvarez Caballero ha enjuiciado con las siguientes palabras, su personalidad artística: “Miguel Vargas es uno de esos cantaores que afrontan lo jondo dándole a este arte máxima dignidad, con plena conciencia de que ofician una ceremonia única y transcendente. Miguel Vargas nunca trivializa el cante, ni aún los estilos considerados menores... Bien al contrario, entiendo que Miguel aborda cada nueva creación suya con un propósito enriquecedor, en la doble dirección de extraer al cante sus mas recónditos matices y darle a cambio la máxima capacidad expresiva y comunicativa de su hermosa voz. El cante de Miguel Vargas se convierte así, en un acto de comunión, la forma idónea de transacción en que debe producirse el flamenco. De otra forma no puede explicarse la belleza que impregna todo el cante de Miguel Vargas, ni la rara perfección de algunas de sus interpretaciones. Las seguirillas, las soleares, los tientos, la toná y la liviana son verdaderamente ejemplares”.

Cesar Muriel ha escrito sobre su arte: “Su forma de decir los cantes es sobria y ajustada enteramente a los cánones de cada estilo. No pega voces sino que pone la voz en alto, que es cosa muy distinta. De eco pastoso y grave, hondo. Miguel Vargas es un cantaor a la antigua usanza, de los que nunca se dan por satisfechos de aprender más cosas. El va paso a paso conquistando afición y cuando sea un viejo seguro que va ser un artista glorificado con todos los honores”. Todo su cante se ofrece así impregnado de belleza, a veces de una rara perfección.

 

*Escrito en La Puebla de Cazalla (Sevilla). Julio de 1991 por José A. Martínez Bernicola, gran amigo de José y de este pueblo.

 

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