La historia de La Puebla de Cazalla discurre paralela a la de su curso de agua, el río Corbones, desde la presencia del hombre en Andalucía allá por el Paleolítico.
Son numerosos los restos hallados en sus orillas, tanto en este período (bifaces, hendedores, triedros…) como en el Neolítico (hachas pulimentadas, vaso globular…) y en la Edad de los Metales (sepulturas de corredor, restos de ajuares…). Pero, a pesar de ello, no se tiene constancia de que existieran poblados permanentes lo que nos indica que el término de La Puebla de Cazalla fue uno de los puentes que propició los contactos entre los diferentes pueblos que por aquí transitaron.
Los primeros poblados aparecen en torno a los siglos VII y VI a.C., en la zona del Castillo y sus alrededores, comenzando una época de prosperidad bajo los íberos quienes se dedican fundamentalmente al cultivo de la tríada mediterránea (trigo, vid, olivos). De finales del siglo III a.C. son los shekeles (moneda cartaginesa) que se han hallado y que son reflejo de los constantes contactos comerciales que, durante las épocas de paz, tuvieron lugar entre el mundo ibérico y cartaginés en nuestro término. Se piensa, además, que El Castillo, en sus orígenes, fuera una de las Turris Hannibalis (Torres de Aníbal, como las llamó Plinio) que construyeron los íberos turdetanos por todo su territorio para defenderse de los constantes ataques cartagineses. A partir de la segunda mitad del siglo I a.C. la región se va romanizando.
Las investigaciones más recientes han dado como resultado la existencia de Salpensa, población que se situaría sobre el núcleo de población ya consolidado en los alrededores del Castillo. Muestra de ello son las leyes municipales que de ella se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional. Con la llegada de la nueva era y durante el Alto Imperio, la zona se pacifica, la población aumenta y, con ella, los asentamientos. De entre todos ellos, habría que destacar el Municipium Flavium Villonensis que contó con una ley municipal propia, Lex Villonensis, actualmente en el Museo Arqueológico de Sevilla.
Los visigodos también dejaron su impronta, habiéndose encontrado varios de sus restos en el término de La Puebla de Cazalla. De entre todos ellos, cabría destacar una pequeña necrópolis de mediados del siglo VI de influencia Tardorromana y los restos de una basílica paleocristiana de la cual poseemos una inscripción que dice: IMPOSITUM XTO MIRABILE TEMPLUM FUISSE FACTUM (Levantado para Cristo fue hecho – este - admirable templo), lo que nos indica la existencia de un núcleo de cristianos (arrianos) lo suficientemente importantes como para financiar y levantar este edificio.
Tras la batalla de Guadalete, en la que el ejército musulmán al mando de Tariq vence a las tropas del rey Rodrigo, nuestro término es atravesado por los vencedores en su camino hacia Toledo, la capital del reino visigodo. Los recién llegados se instalan en nuestro territorio y es, en las inmediaciones de El Castillo, donde se funda Kasala nombre que, con el tiempo, derivará en Cazalla. Fernando III el Santo tomará Kasala en el año 1240 y expulsará a sus habitantes en el 1264, por lo que el lugar quedará despoblado pasando a formar parte de la Banda Morisca.
Alfonso XI, debido a que el Castillo sufría graves problemas de mantenimiento, lo entregará a la Orden Militar de Calatrava pasando la zona a llamarse Cazaba de la Frontera. En estos momentos la población existente en el término de La Puebla de Cazalla se reduce a una pequeña guarnición asentada en el Castillo y compuesta por soldados calatravos cuya función era defender la plaza de los ataques musulmanes.
Gracias a la astucia de Don Pedro Téllez Girón, Conde de Ureña y maestre de la Orden de Calatrava, que se aprovechó de la debilidad del rey Enrique IV, todo el término y las posesiones de Cazaba de la Frontera pasarán a formar parte del Ducado de Osuna, por lo que la historia de La Puebla a lo largo de, prácticamente, toda la Edad Moderna correrá paralela a la de dicho ducado. Hacia 1502, el mismo Don Pedro establece las bases de la Carta Puebla que propiciará la fundación en su actual emplazamiento del pueblo. Este documento vendrá a completar el topónimo de la villa: La Puebla de Cazalla.
Desde entonces hasta ahora La Puebla y sus habitantes, los moriscos, han ido formándose como pueblo, imprimiendo a la zona ese sello tan característico de los pueblos con solera que caracterizan toda la geografía andaluza. Somos un pueblo de toreros y rejoneadores como Antonio Fuentes Zurita o José Ignacio Vargas; de grandes cantaores cuyos quejidos traspasan nuestras propias fronteras como José Meneses, Diego Clavel, La Niña de la Puebla o Miguel Vargas; de relevantes críticos de arte como José María Moreno Galván o de compositores y pintores como Francisco Moreno Galván.
La Puebla de Cazalla es tierra de valientes personas que buscan su futuro fuera de sus casas, de ladrillos, de aceitunas y aceite, pero sobre todo, es tierra de gente abierta y hospitalaria.